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martes, 13 de marzo de 2012

¿Qué puede enseñarnos Shakespeare sobre el liderazgo?



“De joven quería ser el mejor actor del mundo. Más tarde, acepté que a duras penas lograría ser el mejor actor de mi casa”. Si eres actor, te apellidas Olivier y tu padre se llama Laurence, no queda otra que asumir tus propias limitaciones. Richard Olivier hizo de la necesidad virtud, y encontró en Shakespeare una dimensión adicional a la que explotó el gran Sir Laurence sobre las tablas: un gurú del “liderazgo eficiente”.


En 1997 Richard Olivier fundó Mythodrama, una combinación de coaching, psicología y técnicas teatrales que utiliza las obras de William Shakespeare para “crear experiencias transformadoras” que permitan desarrollar las “habilidades de liderazgo” de adalides empresariales, políticos o artísticos. Aquel año, “estábamos preparando el estreno de Enrique V en el Globe Theatre de Londres” –cuenta por teléfono desde aquella ciudad, interrumpiendo momentáneamente su año sabático–. “Durante la investigación del personaje nos dimos cuenta de que Shakespeare estaba trazando el retrato de un líder inspirador: en la obra, el rey se esconde y escucha a sus tropas antes de decirles lo que quieren oír, también les da un motivo sobre por qué deben luchar, y en el discurso final (el Día de San Crispín) brinda a su gente una explicación convincente por la que deben poner su energía en ese proyecto”.


El gurú empresarial Charles Handy y el poeta David Whyte animaron a Olivier y a su equipo para que convirtieran aquella intuición en un proyecto, que tomó la forma de Mythodrama y que ha formado a miles de directivos de empresas, ONG y organizaciones políticas de todo el orbe. Pero muchos de esos líderes están hoy en entredicho. ¿Acaso no son los villanos, como Otelo, de la actual crisis, por más que se consideren a sí mismos héroes trágicos, como Macbeth?


“No estoy de acuerdo. He trabajado con líderes mundiales de todo tipo de organizaciones durante la última década y no creo que se consideren héroes, ni mucho menos héroes trágicos. Se trata de seres humanos complejos, con talentos y sombras, capaces de ejercer potencialmente el bien y el mal. La diferencia de los líderes es que sus decisiones tienen un gran impacto en la vida de otras personas, lo que les obliga a ser más conscientes de por qué hacen lo que hacen. Considero que un líder auténtico no debe limitarse a hacer que su empresa gane dinero, sino a preguntarse por qué invierte en hipotecas subprime o cuáles son las consecuencias de trasladar la producción a China. Lo que pretendemos es que los líderes sean capaces de expandir su ‘imaginación moral’, de modo que no se limiten a cumplir sus objetivos en el siguiente trimestre”.


Shakespeare no dibuja meros personajes sino auténticos arquetipos –la intrigante Lady Macbeth, el vanidoso Falstaff o el ambicioso Hamlet- lo que explica no sólo su pervivencia sino también su universalidad. Eso explica que Mythodrama haya llevado su mensaje a todos los países de Europa, a China, India y varios países africanos. Según explica Olivier: “Definitivamente no hay duda sobre la universalidad de las enseñanzas de Shakespeare. No hablamos de Shakespeare, hablamos de liderazgo.” Eso sí, matiza, “la clave reside en adaptar las enseñanzas de Shakespeare al discurso y la situación particular del cliente”.


Mythodrama quiere recuperar el rol del teatro como “herramienta sagrada para la curación”, que era el papel que tenía en tiempos de Shakespeare, según Michael Olivier. El teatro también actúa como una catarsis de la violencia, un ingrediente insoslayable en las obras de Shakespeare, donde la guerra, la traición y el crimen siempre están presentes. Sin embargo, apunta Olivier, “en las obras de Shakespeare el “bueno” no suele promover la violencia. De hecho, los personajes más violentos o codiciosos –como Otelo o Macbeth– suelen sufrir las consecuencias de sus actos. Las historias de misterio y amor de Shakespeare nos sirven como ejemplos de transformación. En Shakespeare encontramos un singular equilibrio entre el arte de la guerra y el arte del amor. Ambos sentimientos son igual de importantes a la hora de abrirse camino”.

Entre las obras del Bardo que utiliza Mythodrama están Julio César, para comprender “el poder, la política y la influencia”; Macbeth, para explorar “el peligro de las relaciones descarriadas y el potencial para un liderazgo silencioso”; el ya señalado Enrique V, como líder inspirador y La Tempestad, para “comprender las dinámicas de liderar el cambio”.

Tras su entusiasta discurso a las tropas, Enrique V afronta la llamada “oscura noche del alma”, cuando titubea sobre si lanzar sus 4.000 soldados contra los 20.000 franceses hacia una muerte casi segura en su intento de conquistar Francia. Todos –líderes, trabajadores y todo tipo de gentes– acabamos trasegando tarde o temprano nuestra propia “oscura noche del alma”. Shakespeare nos habla con su voz desde el lejano pasado de las debilidades y anhelos de la naturaleza humana.


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