Desde su salida a bolsa, ya hay quien habla de la 
muerte de Facebook 
o, por lo menos, del Facebook que conocemos. Una situación inimaginable si se 
echa un vistazo a las cifras de la red social y a sus resultados económicos, 
pero que no es imposible.
Y es que es posible que el modelo online esté asentado sobre una falacia: que 
la web, con su capacidad de segmentación, puede ser más eficiente y más rentable 
como medio publicitario que las plataformas tradicionales. Facebook, con sus 900 
millones de usuarios y su reciente valoración en 100.000 millones de dólares, 
además de su modelo publicitario basado en el display tradicional, sería el 
máximo exponente de esta falacia.
La realidad para aquellos que trabajan generando negocio con la publicidad 
web es que el valor de los anuncios digitales cae en cada trimestre que 
pasa. La naturaleza del comportamiento de los usuarios y su interacción 
con la publicidad, además del carácter de los anuncios y su incapacidad para 
lograr una verdadera atención, no dejan de pesar sobre el impacto publicitario 
online. Pero, al mismo tiempo, los anunciantes tienen a su disposición más 
desarrollos tecnológicos con los que emplazar y reunir audiencias de forma más 
precisa fuera de sus canales de marca.
Facebook, la red social más grande del mundo, ha logrado convencer a 
un número increíble de anunciantes de que su plataforma reinventará la 
publicidad de una forma totalmente provechosa, o que sería capaz de 
crear algo nuevo que no sea publicidad, generando beneficios aún mayores. Pero 
plantearlo es una cosa, llevarlo a cabo otra muy distinta. El 82% de los 
ingresos de Facebook proviene de la publicidad, la mayoría de los anuncios que 
se sitúa en la parte derecha de los perfiles de los usuarios. El resto, del 
patrocinio que promete una relación social duradera entre marcas y consumidores, 
es exactamente lo que General Motors aseguró que no volvería a comprar.
Desde Facebook piden que se ignoren las críticas. Se generan 4.000 millones 
de dólares gracias a estos anuncios, y en una tasa por usuario estas ganancias 
están cayendo sin parar, pero alegan que tienen una nueva idea en mente. El 
problema es que Facebook se enfrenta al mismo problema que el resto de la web: 
la caída de los ingresos por usuario. Al mismo tiempo, el modelo de Facebook se 
basa en un planteamiento insostenible en que su crecimiento se 
relaciona directamente con la capacidad de atraer nuevos usuarios a más 
velocidad que la caída de los clientes individuales. Y todo esto se complica aún 
más si se incluye el uso de Facebook a través de dispositivos móviles donde, con 
una pantalla más pequeña, vender anuncios es aún más complicado.
Al mismo tiempo, Facebook cuenta con la ventaja de ser radicalmente distinto 
al resto de la web. Está en un nuevo nivel de control 
hegemónico y, a escala global (con 900 millones de usuarios, y 
subiendo), sobre la experiencia del usuario. Y, además, es social. Ha sido capaz 
de redefinir un modelo relacional, mediático, comunicacional, comunitario, dando 
un enfoque nuevo al comportamiento social, y ofreciendo nuevos modelos de 
conexión humana para las agencias y las empresas.
El problema es que hay otra compañía que también ha creado y aprovechado la 
transformación del comportamiento y los negocios, quizás en mayor medida. 
Google ha desarrollado un sistema verdaderamente eficiente de 
emplazamiento publicitario y se ha convertido en el intermediario definitivo. 
Además, es más barato y más eficiente que nadie.
El objetivo de Facebook parece que es convertirse en un facilitador siguiendo 
el modelo de Google. Y tiene la escalabilidad, la plataforma y la marca 
necesarios para ponerse al nivel del gigante de las búsquedas. El problema es 
que todavía no tiene esa gran idea con la que demostrar su 
utilidad en el comercio mundial.
En definitiva, Facebook se enfrenta al mismo problema que el resto de 
medios. Tiene que demostrar las virtudes de su público a los 
anunciantes, igual que cualquier otra compañía ha tenido que hacer siempre en la 
historia de la publicidad. De hecho, desde el punto de vista empresarial, hay 
que mirar a Facebook como un negocio de venta de anuncios, y no una compañía 
tecnológica, que cuenta con un inventario prácticamente infinito para vender 
pero que, al mismo tiempo, verá cómo su precio se irá reduciendo.
Si una idea concreta y con un número creciente de usuarios, Facebook seguirá 
reduciendo el precio de sus anuncios y, como consecuencia, también arrastrará al 
resto de la web basada en la vena de publicidad. Ya no se puede mirar a la web 
como un negocio meramente publicitario, y a Facebook tampoco. En el 
momento en que uno de los dos modelos empiece a derrumbarse, arrastrará al otro 
con él.
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