
Parece que a la hora de establecer estrategias de 
naming ya está todo visto. Se han utilizado sufijos, prefijos, datos 
numéricos, datos alfanuméricos, nombres de animales o incluso nombres 
extraterrestres. Y unos han tenido un éxito increíble mientras otros fracasaron 
trágicamente. Y es que, al final, lo que hace que una estrategia de nombramiento 
funcione o fracase es cómo los nombres llegan a unirse para contar una historia 
atractiva, y creíble, sobre una marca.
Hay ejemplos conocidos por todos y con mucho éxito, como BMW 
y sus nombres alfanuméricos, Apple y los nombres felinos de sus 
sistemas operativos o las galletas Pepperidge y el uso de 
ciudades en su nombre. Han tenido éxito pero lo cierto es que son casos que se 
han repetido una y otra vez.
Pero, ¿qué pasa si se utilizan nombres? Como explica Caitlin Brett en el blog 
de Interbrand, los nombres no son tan habituales. Es el caso de 
Kate Spade New York, cuya 
estrategia para nombrar los productos está basada en gente alegre. Todos los 
zapatos, bolsos y prendas de ropa tienen nombre de mujer, dando la sensación de 
que se entra en una fiesta llena de gente con nombres geniales cuando se va a 
comprar.
Otro caso es el de Warby Parker, que ha establecido, tanto 
para la colección femenina como masculina, nombres personales que hacen 
referencia a gente rebelde, como Monroe, Huxley, Finn, Thatcher o Beckett. Y es 
que, aunque no sean las gafas personales de estos personajes, sí son personas 
con un punto de vista fuerte, lo que aumenta el atractivo para una marca de 
gafas.
En definitiva, no consiste sólo en utilizar nombres de personas, sino en 
crear la lista de nombres que se adapte a tu marca. Eso sí, 
aunque hasta ahora ha sido una estrategia domunada por las marcas de moda y 
belleza, ¿por qué no se atreven otras marcas a diferenciarse con una estrategia 
de este tipo? ¿Marcas de alimentación quizás? ¿Tecnología?
No hay comentarios:
Publicar un comentario